Los autores de la Biblia se sirvieron del lenguaje que hablaba el pueblo al que pertenecían a quien se dirigía el mensaje, en la época en que ellos escribían.
Por eso los libros de la Biblia que forman el Antiguo Testamento se escribieron primeramente en hebreo y arameo, y los del Nuevo Testamento en griego.
De esas lenguas consideradas originales, se han hecho generalmente las traducciones antiguas y modernas, a las demás lenguas del mundo.
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